Llamenme intolerante, mala gente, lo que quieran pero diganme quién no quiso alguna vez mandar a cagar, así lisa y llanamente a tantos seres que nos perturban la mente: Al listillo que se tira de sabelotodo pero no ve más allá de su nariz; al que sabe mucho y no tiene reparos en pregonar a viva voz tooodo su conocimiento; al ególatra que se decepciona si no lo alaban permanentemente; al que se te victimiza para levantar su autoestima; al que vive de glorias pasadas; al que aburre hablando siempre de lo mismo; al que te habla bonito con el secreto deseo de hecharte un polvo; al ingenuo que le ofreces tu amistad y se imagina una vida contigo; a la amiga que se carga a tu novio; al que finge la sonrisa mientras piensa lo malo que era tu chiste; al que te llama solo cuando precisa algo; al que nunca te llama; al neurótico que se hace drama hasta por el vuelo de un mosquito; a la que lee libros de autoayuda pero no se deja ayudar; al alcahuete simpático que en el fondo te envidia profundamente; al que promete y no cumple; al inepto de tu jefe; al cliente insoportable que te pide veinte cosas y no lleva nada; al seguridad del super que te sigue; al... Aaaaaaaaah!!!!!!
Que cosa con la diplomacia...
Las palabras que callo se me acumulan en la cabeza y poco a poco me van asfixiando, preciso abrirles la puerta y no me basta con un papel. Exteriorizar significa exteriorizar, en el total sentido de la palabra y eso es lo que tengo intención de hacer. No importa que no guste, no importa si no hay comentarios, esto es solo una especie de charla con el psicoanalista, un ejercicio de descarga que hago público. Algunos se aburrirán, algunos sentirán compasión, o quizás vergûenza ajena, no lo sé, sea cual sea el caso... sientánse en total libertad de pasar de página. (Y sepan disculpar tanto ego)